miércoles, 29 de enero de 2014

El Origen del Universo

Hadas

Hubo un tiempo, antes de que existiera el mundo tal cual lo conocemos, en el que solo existían las tinieblas: un no espacio en el que cientos y miles de letras flotaban solas (las únicas habitantes). No había palabras y mucho menos oraciones. Erres inservibles, emes aburridas  y zetas eternas flotaban sin sentido, viendo solo sombras a su alrededor; separadas entre sí y desconociendo cualquier realidad exterior a su mínimo círculo. No habían nacido y tampoco morirían. Los relojes no se habían inventado y la rutina todavía no tenía un nombre.
Un no día L se cansó de aburrirse y decidió explorar más allá de los límites de su propia frontera. A poco de andar se encontró con U y más tarde con Z, y cuando las tres se hubieron acercado, algo muy intenso las encegueció y les impidió seguir viendo durante unos segundos.
A siempre había sido muy atrevida, así que también había salido a explorar los confines de esa nebulosa. Se había encontrado con D que venía en compañía de I, y juntas hallaron a V. Y cuando estuvieron tan cerca que podían tocarse, vieron cómo las tinieblas se abrían y un enorme verde se dibujaba ante ellas.
Todas las letras habían salido a explorar, todas creían en la posibilidad de que hubiera algo más allá de las tinieblas que las circundaban, y cuando la VIDA surgió ante las demás, todas pudieron verse y comenzaron a trabajar juntas en la construcción de un sueño colectivo: una realidad radiante y colorida.
R, pese a que era muy rebelde, había cedido a las súplicas de todas las letras que desearon emparejarse con ella. Pero, al cabo de un tiempo, cansada de tanto color, secuestró a G, a I y a S y las obligó a ayudarla en un maléfico plan. Durante días estuvo organizándolo todo, y consiguió a otras aliadas, letras acomplejadas y temerosas. Junto a ellas, R se enfrentó a las demás colocando un inmenso nubarrón sobre esa realidad maravillosa. Si no hacían algo con urgencia, todo lo trabajado hasta entonces sucumbiría. Entonces, el Sol comenzó a brillar más que nunca. Pero ya era tarde: R y sus secuaces tenían todo muy controlado, y crearon la GUERRA, que arrasó con todo. Fue el final de ese breve sueño.
Todas las letras, sin excepción, conocieron el dolor de la pérdida y fueron arrasadas por la tristeza de una forma inexorable. Lo que había surgido de la unión y el compromiso se convirtió en un reguero de muerte que terminó con todo, incluso con las tinieblas.
Pasó mucho tiempo sin que nada cambiara. Hasta que un buen día E, que se caracterizaba por tener una gran esperanza, se puso de pie y convenció a todas de trabajar por la reconstrucción. Para ello debían unirse de verdad, respetando las necesidades de cada una y aceptando que los grises también eran necesarios, pero jamás absolutos. Desde ese día las letras gobiernan la vida y, pese a que cada tanto caen en manos injustas que las aplastan, ellas siempre resucitan de sus cenizas y reconquistan el escenario.

El Carpintero Enamorado



Hubo una vez un joven llamado Daniel, quien a parte de ser hijo de un gran mago, era un carpintero al que le fascinaba construir cosas para la gente.
Un día la señora Ginn fue a la carpintería en donde Daniel trabajaba, llevando consigo a su  joven hija Regina.  Al verla, Daniel supo el significado de “amor a primera vista”, Regina era una hermosa señorita, de cabello negro y unos impresionantes ojos azules.

-       Buen día, mi nombre es Daniel ¿en que les puedo ayudar? – preguntó un poco atontado.
-       Estoy buscando algo muy especial, mi hija se casará en algunos días con un hombre muy adinerado y necesito un par de sillas muy lujosas para que ella y su futuro esposo se sienten durante la ceremonia.

Daniel sintió una punzada de dolor en el corazón, fijó la vista en Regina y descubrió en su mirada un esbozo de tristeza mezclada con coraje; Lo supo en seguida: Regina no quería casarse con ese hombre.  Tras darle las especificaciones de las sillas que quería, la señora Ginn se fue, llevándose a Regina consigo, quien lanzó una mirada triste acompañada de una media sonrisa hacia Daniel.

Tras mucho meditarlo, Daniel acudió con su padre, el mago más famoso de la ciudad y tras explicarle la situación de Regina y decirle que se había enamorado de ella, su padre le dio unos polvos mágicos y le susurró unas instrucciones.

El día de la boda, todos estaban impecables, el salón decorado con motivos blancos y dorados, las mesas tan llenas de comida podrían alimentar a una familia por más de un mes. Daniel localizó el punto en donde debía poner las sillas, las cuales eran preciosas, con acabados tan finamente detallados que parecían de la realeza.  Cuando termino de colocar las sillas en su lugar, puso los polvos mágicos en la que se tenia que sentar Regina, y con una sonrisa salió del salón.

La ceremonia comenzó, todos estaban emocionados, solo había una cara triste entre la multitud: la de Regina, quien no podía dejar de pensar en aquel joven carpintero, de quien se había enamorado con solo verlo.

Al llegar la hora de que todos tomaran sus asientos, Regina sintió como que la silla la jalaba tan de prisa que no le dio tiempo ni de gritar. Todos en el salón dieron gritos de sorpresa, pues de repente la novia había desaparecido justo enfrente de todos.

Daniel se encontraba esperando en la carpintería, ya había predispuesto todo: Un caballo y suficiente comida para unas cuantas semanas.
Regina apareció de repente ante sus ojos, luciendo un poco desorientada, pero tan hermosa como el la recordaba.

-Daniel, ¿tú hiciste esto? – Preguntó
- Si, y no me arrepiento, desde el momento en que te vi supe que si te casabas era contra tu voluntad. Quiero que sepas que quede perdidamente enamorado de ti y algo me dice que tú también sientes lo mismo por mí. Por eso te digo: si es verdad lo que acabo de decir, ¡escapa conmigo, dame la oportunidad de tener una vida junto a ti!

Al escuchar esto Regina supo inmediatamente la respuesta: quería escapar con Daniel, quería tener una vida con el. Se arrojo a sus brazos y le dijo:
-       Gracias por rescatarme de aquella boda, claro que quiero escaparme contigo.

Tras decir esto Daniel la llevó hasta donde tenia preparado el caballo y las reservas de comida, ayudó a subir a Regina al caballo, subió detrás de ella, y  juntos cabalgaron hacia el final feliz que ambos merecían.

Adalina, el hada sin alas



Adalina, no era un hada como las demás. Todas tenían algo que ella no podía poseer, había nacido sin alas y eso además de ponerla muy triste, era un gran problema, ya que era la princesa de las hadas.
Al ser tan chiquitita, su vida estaba llena de pruebas que tenía que superar día a día. Pero no peor no era la falta de alas para volar, sino que tampoco tenía la magia que se almacenaba en ellas. Esto hizo que tuviera que depender de los demás para hacer las cosas, algo que gracias a su simpatía, nada costaba a sus amigos, los animales del bosque.
Cuando llegó el momento de suceder a su madre, hubo algunas hadas, que pensaron que no podía ser reina sin tener alas. A tal punto llegó su tozudez, que la pobre Adalina, tuvo que plegarse a su voluntad y realizar una prueba, para demostrar su valía.
¿Cómo iba a superarla si era tan poquita cosa? Muy sencillo, cuando sus amigos animales se enteraron de lo que le pasaba, se ofrecieron a ayudarla en todo lo que fuera necesario.
Y con ayuda de sus amiguitos, no solo consiguió superar la prueba, si no que dejo a las otras hadas tan sorprendidas, que nunca jamás dudaron de ella y la aclamaron como reina de las hadas.

La Gata Encantada





En un reino muy, muy lejano, vivía un inteligente y virtuoso príncipe, al que todos sus súbditos miraban con admiración. Todas las muchachas del reino, suspiraban por ser elegida por él, para convertirse en su esposa. Pero su príncipe, no parecía estar interesado en ninguna de ellas. En lo único que mostraba verdadero interés, era en juguetear con su gatita Zapaquilda.

Durante uno de estos juegos, exclamó:

-Oh pequeña y bella gatita, si en lugar de animal fueras persona, no dudaría en casarme contigo.

El Hada de los Imposibles, siempre atenta a cualquier tipo de deseo, le dijo:

-Ya que tanto lo deseas, haré realidad tu sueño.

Al mirar hacia el lugar en el que estaba Zapaquilda, el príncipe encontró a una hermosísima muchacha, con la que quiso casarse al instante.

Un día después, se celebraba la boda del príncipe y de la preciosa joven, a cuyo banquete estaban invitados todos y cada uno de los habitantes del reino. Cuando todos parecían estar pasándolo en grande, un pequeño ratoncillo entró en la sala, propiciando que la nueva princesa, se lanzara a comérselo. Arrepentido de su deseo, el príncipe llamó una y otra vez al Hada de los Imposibles, para que deshiciera el encantamiento, pero no hizo caso a sus ruegos, dejando al pobrecillo con un palmo de narices.

La Ratita Blanca



Un buen día, el Hada Suprema de las montañas nevadas, decidió reunir a todas las hadas bajo su mando, para premiarlas por la gran labor que realizaban. Hasta su palacio, llegaron todas ellas, con sus  mejores galas y sus carruajes más lujosos. Todas, menos la pequeña Alba, una joven hada que en su camino se encontró con una solitaria cabaña, de la que salía el lastimero llanto de dos niños.

Al entrar en la cabaña, descubrió a dos pequeños muertos de frío. Sin pensárselo dos veces, utilizó su magia para encender la chimenea y hacer que los pequeños entraran en calor. Para que no se sintieran solos y el fuego no se apagase, decidió quedarse con ellos, hasta que sus padres regresaran.

Cuando estos volvieron y se dio cuenta de lo tarde que era, salió corriendo lo más rápido que pudo, dejando atrás su varita mágica. Al llegar, se encontró con El Hada de las montañas nevadas, mirándola muy enfadada.

-Pero bueno ¿qué horas son estas de llegar? ¿Dónde dices que te has dejado la varita? Por descuidada y tardona, estás castigada.

Mientras sus compañeras lanzaban todo tipo de argumentos para defenderla, la Gran Hada dijo:

-Sé que Alba no merece que la castigue, pues si ha llegado tarde, ha sido por culpa de su buena voluntad. Es por eso, que en lugar de imponerle un severo castigo, tan solo la hechizaré por un período de cien años. De ahora en adelante, la condeno a deambular por el mundo, transformada en una ratita de color blanco.

Así, cuando os crucéis en algún lugar con una ratita blanca como la nieve, posiblemente sea Alba, que no ha conseguido cumplir su castigo.

martes, 28 de enero de 2014

La Zorra y el Chivo en el pozo

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Había una vez una zorra, que por descuido, dio con sus pobres huesos en el fondo de un profundo pozo, del que por más que lo intentaba, le era imposible salir.

Afortunadamente para ella, al poco rato, apareció un joven e inocente chivo, con la intención de saciar su sed. Cuando vio a la zorra en el fondo del pozo, quiso conocer cual era la calidad del agua que iba a beber. La zorra le dijo, que era el mejor agua que había probado nunca y que para que pudiera comprobarlo mejor, era necesario que bajará hasta el fondo.

Haciendo caso a las palabras de la zorra, bajó hasta donde ella se encontraba y tras beber el agua que necesitaba, se dio cuenta que era imposible salir de allí por sí mismo.

No te preocupes-dijo la zorra- conozco una manera de salir de este pozo. Para conseguirlo, debes dejarme que yo trepe por tu cuerpo y cuando esté arriba, yo te ayudaré a salir de aquí.

Creyendo en las palabras de la zorra, el chivo se prestó a ello. Desgraciadamente para él, cuando la zorra se vio libre de su desgracia, comenzó a alejarse del lugar.

Dándose cuenta el chivo de que no pensaba ayudarle, dijo:

- Zorra mentirosa, ¿por qué te alejas sin darme la ayuda que habías prometido?

- Oye chivo, si fueras tan listo como cabellos tiene tu barba, no te hubieras lanzado al pozo sin conocer de antemano si ibas a poder salir.

Moraleja: antes de prometer alguna cosa, piensa en si vas a poder hacerlo por ti mismo, sin tener en cuenta la opinión de los demás.

El León y los Tres Bueyes



Hace mucho tiempo, vivían tres bueyes, cuya amistad era tan fuerte, que siempre que salían a pastar al prado, lo hacían juntos.
Un león hambriento, que pasaba por allí todos los días, fantaseaba con la idea de comerse a uno de ellos. Pero como siempre estaban juntos, era imposible que pudiera salir bien parado de su enfrentamiento contra semejante grupo.
Pasaron los días y tras pensarlo mucho, el león encontró la manera de separarlos y darse un gran festín. Fue uno por uno y comenzó a contarles muchas mentiras, haciéndoles pensar a los bueyes, que cada uno hablaba mal de otro a sus espaldas.
Los bueyes, que no comprobaron si lo que decía el león era cierto o falso, se enfadaron tanto, que al día siguiente, fueron a pastar por separado a prado.
El león, que tenía la esperanza de que su plan haya dado resultado, volvió al prado y se encontró con  los bueyes cada uno por su lado. Encantado por tener la oportunidad de llenar la barriga, atacó a los bueyes uno por uno y sin dificultades, consiguió su objetivo.
Moraleja: si permites que las opiniones de la gente, te separen de los que son tus amigos, les será más fácil hacerte daño.

El Jardinero y el Perro

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Hace muchos años, en un lugar muy lejano, vivía un perro, que pertenecía al jardinero  del pueblo y había tenido la mala fortuna de caerse, de forma accidental en un pozo.

El jardinero, al darse cuenta de la situación, intentó sacarle desde arriba, usando todos los medios que tenía a su alcance. Al ver que no podía sacarlo de ninguna otra manera, no le quedó más remedio que meterse dentro del pozo, sujetándose a una cuerda. Tan nervioso estaba el pobre animal, que al ver a su amo bajando por el pozo, pensó que, en lugar de salvarlo, iba a terminar de hundirlo en el agua. Cuando el jardinero, estuvo a su alcance, uso las últimas fuerzas que le quedaban, para morderle.

Al sentir los dientes del perro, clavándose en su piel, subió tan rápido como pudo y al llegar arriba, miró al fondo del pozo y dijo:

-  Bien lo tengo merecido; ¿quién me manda ir a salvar a un animal cuya única intención era suicidarse?

Moraleja: si te ves en algún tipo de apuro, en el que necesites ayuda de los demás, nunca debes despreciar o maltratar a aquel, que quiere ayudarte con la mejor intención del mundo.

El Labrador y sus hijos

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Tras muchos años de duro trabajo, un  viejo labrador, comenzó a notar que sus fuerzas iban mermando cada vez más. Como no quería que sus tierras fueran abandonadas tras su muerte, trazó un plan, para que sus hijos aprendieran a cuidarlas, sin darse cuenta.

Cuando  tuvo todo apunto, les llamó hasta su presencia y les anunció:

-Queridos hijos míos, siento que mi fin se está acercando; id a la viña que con tanto amor llevo cultivando todos estos años y buscad aquello que escondí para cuando llegara este día.

Pensando que se trataba de un enorme tesoro, corrieron  raudos y veloces al lugar que su padre les había indicado. Allí, cavaron y cavaron durante horas, hasta que no quedaba ni un solo centímetro de tierra sin remover.

A pesar de su empeño y del esfuerzo realizado, no encontraron nada que mereciera la pena vender. Apesadumbrados por el engaño de su padre, se marcharon a su casa, sin sospechar el verdadero propósito de su progenitor.

Meses después, cuando uno de los hermano pasaba por allí, descubrió que todo su trabajo no había sido en balde, ya que la viña estaba llena de apetitosos frutos, con los que pudieron enriquecerse.

Moraleja: El mejor de los tesoros, es el que se consigue con nuestro propio esfuerzo.

El Embustero

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Había una vez, un hombre muy enfermo y sin recursos, que desesperado se comprometió a sacrificar la cantidad de cien bueyes a los dioses, si estos le ayudaban a curarse completamente.

Los dioses, a los que siempre les gusta probar a los mortales, decidieron ayudarle y comprobar si era cierto lo que el hombre decía.

Recuperado por completo de sus dolencias y al no tener los animales, ni el suficiente dinero para darles la ofrenda prometida a sus benefactores, fabricó cien bueyes de sebo y los llevó al templo para que fueran sacrificados.

-Oh Dioses, aquí tenéis lo que os había prometido.

Al verse engañados, trazaron un plan para darle una buena lección a este hombre tan embustero. Mientras dormía, se introdujeron en uno de sus sueños, mostrándole una gran bolsa con mil monedad de plata en una playa cercana.

Extasiado ante esa enorme fortuna, se despertó inmediatamente, dirigiéndose todo lo rápido que pudo hasta la playa. Allí, no solo no encontró ninguna bolsa, sino que además fue capturado por unos piratas, que lo vendieron como esclavo en la ciudad más cercana, obteniendo por su venta mil monedas de plata.

Moraleja: aquel que engaña a la personas, siempre acaba siendo engañado.

La Corneja y el Cuervo

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Hace mucho tiempo, una pequeña y oscura corneja, vivía consumida por los celos, que le provocaban sus vecinos los cuervos. ¿Qué le empujaba a sentir tal envidia? La capacidad que tienen estos animales para servir como mensajeros de todo tipo de augurios para los hombres.

Con el entendimiento totalmente nublado por el resentimiento, voló hasta la rama más próxima de un camino y se posó allí, esperando a que pasara por el lugar, alguno de los habitantes de la zona. Tras un rato esperando, pudo divisar a lo lejos, un pequeño grupo de peregrinos aproximándose a su situación.

Cuando observo que estaban lo suficientemente cerca para escucharla, comenzó a dar unos graznidos tan desagradables, que una pequeña parte del grupo comenzó a alejarse todo lo deprisa que pudieron de tan molesto animal. El más retrasado de todos, el cual conocía bien los sonidos de la naturaleza, les dijo:

-Compañeros, no huyáis de esa manera, ya que aunque este escandaloso animal os parezca un cuervo, no es más que una inocente corneja. Parad de correr, puesto que sus graznidos, nada malo os anuncian.

Moraleja: No te dejes llevar por la envidia, si no posees conocimientos o capacidades superiores a los que mejor están preparados, ya que lo único que acabarás consiguiendo, es poner de manifiesto tu ignorancia.

El Arco Iris de Relmu

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Los tenía muy diversos: de colores intensos y bellas formas, en lápiz, en acuarela…Todos sus cuadernos se hallaban repletos de arco iris. Y es que a Relmu le fascinaba esta extraña forma colorida que llamaba la atención de todos, atravesando las nubes y estableciendo un lazo entre el cielo y la tierra; y estaba convencida de que era mucho más que un fenómeno óptico.
Pero había algo extraño en los arco iris que Relmu dibujaba: todos ellos carecían del color violeta. Y por mucho que Relmu se esforzara, nunca conseguía incluir este color en sus ilustraciones.

Relmu era una niña fea, de enormes ojos verdes, que casi no le servían si no llevaba las enormes gafas, y un cuerpo que sobrepasaba cuatro veces el de cualquier otra niña de su edad. En el colegio la pasaba realmente mal. No tenía amiguitos y el pasatiempo favorito de sus compañeros de clase era tramar bromas y burlas contra ella. Les resultaba muy divertida su cara roja bañada de lágrimas o su incapacidad para contener la orina cuando se sentía angustiada. Sus cumpleaños los pasaba en la más absoluta soledad, rodeada del cariño de dos padres que no sabían quererla y una abuela malvada que ni siquiera cocinaba bien. No obstante, Relmu tenía un secreto que nadie conocía. Por las noches, cuando todas las luces se apagaban, salía volando por la ventana de su habitación y visitaba mundos maravillosos.
Una noche, su viaje la llevó hasta un gigantesco arco iris. Era la primera vez que visitaba uno y se sentía realmente extasiada. Era una enorme cinta de colores que comenzaba en la línea del horizonte y se perdía poco después de sus ojos, donde su terrible vista no llegaba.
Una mujer de figura desaliñada y un pelo largo y canoso se le acercó. Le dijo que era un hada y Relmu pensó que era el ser más hermoso del universo, siendo técnicamente sumamente fea. Como sabía que el sueño no duraría mucho y quería volver a la realidad con la mayor cantidad de respuestas posibles, decidió hacer todas las preguntas que se le ocurrieran. A veces solo contamos con un sueño para cambiar nuestra realidad.
—¿Por qué no eres hermosa?
—Lo soy.
—Sí, para mí sí, porque veo en tu interior, pero no te pareces…
—La belleza no está en el interior, Relmu. El verdadero secreto de la vida no consiste en aceptarte como eres, sino en dejar de preocuparte de que los demás lo hagan. Debes poder mirarte al espejo sin pensar si eres bonita o fea. Después de todo, la belleza es solo un concepto, como tantos otros, y por lo tanto no tiene ninguna importancia. Si comprendes esto también podrás entender por qué no pintas el color violeta en tus arco iris. Hasta que no aceptes que no eres como las demás y te centres en ser Relmu sin importar lo que te pese, las cosas no cambiarán.
Tardó algunos años en comprenderlo, pero un día lo hizo. Se supo hada: un hada regordeta, de gafas y poco atractivo físico, pero con un inmenso arco iris solo para ella, para cuidar. Y fue capaz de mostrarle a otras personas que un arco iris es mucho más que un espectro producido por el encuentro de la luz con el agua.

El niño y el caracol

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Soy un caracol. Lo que voy a contarles ahora es algo que me ocurrió hace varios años y que cambió mi forma de entender mi vida y la de mi entorno para siempre.
Estaba cansado de tener que arrastrarme por una sonrisa, de tener que suplicar porque un señor no me pisara y de tramar estrategias para recorrer unos breves pasos sin jugarme la vida.
Un día en el que me encontraba especialmente pesaroso de ser un caracol me encontré con un duende que me ofreció un vale que consistía en convertirme en cualquier otro animal por un día. Me habría gustado ser ave, para volar el firmamento, o ser un caballo, para atravesar largas distancias en un santiamén; sin embargo, esas especies no me atraían lo suficiente: podía comprender qué era lo que las movía a comportarse de una forma u otra. Pero quién entiende a los humanos, me pregunté. Esto me convenció para inclinarme por esta metamorfosis; porque supe que la mejor forma de entenderlos era ponerme en su pellejo. Lo que vi no me gustó nada.
Un niño jugaba con un palo a perseguir a una ranita que tenía una de sus patitas enredada en un trozo de hilo que le impedía soltarse. La pobre gritaba y se movía en redondo intentando escapar de los pasos aplastantes y la risa macabra que no se apagaba. Me acerqué a él.
—¿Qué haces?
—¡Mira qué divertida cómo chilla!
Le quité el palo y lo miré lleno de furia.
—¿Por qué lo haces?
—No sé, es divertido… ¿No?
—¿Te gustaría que viniera alguien más grande que tú y comenzara a perseguirte a los gritos con un palo?
El niño se quedó mudo y después de un silencio me dijo que lo dejara en paz, y se marchó. Ayudé a la ranita a desenredarse y decidí seguirlo. Lo vi tras el vidrio de una ventana: un hombre que tenía dos veces su altura le gritaba mientras lo perseguía por toda la habitación con la mano levantada. Me dio pena, pero no justifiqué su actitud. Más tarde lo observé en la escuela. Era un niño muy estudioso, con ganas de saber cosas, pero todos sus compañeros se reían de él y en el recreo le gastaban bromas pesadas que él tenía que tolerar sin chistar, para parecer un hombre. También me dio pena, pero menos comprendí su actitud.
Lo esperé a la salida y le dije:
—Ya conozco tu secreto.
—¿De qué hablas?
—Nadie te respeta y por eso molestas a los más débiles, pero ¿no sabías que hay una forma mejor de vengarte, o de sentirte menos solo?— Me miraba con los ojos muy grandes, como si le estuviera descubriendo un mundo y una realidad misteriosa. —Tendrás un grupo de amigos invaluable y podrás sentirte realmente en un grupo, y en una familia— concluí.
Se hacía tarde, debía volver junto al duende: el día como humano tocaba a su fin. Al despedirnos, descubrí que el pequeño había cambiado rotundamente. Unos ojos brillantes y una sonrisa límpida iluminaban su rostro y decenas de bichejos le trepaban por las piernas.
Ser humano no fue nada divertido, lo reconozco: los abusos de poder, la mala distribución de los bienes, las insolencias y las vidas terribles que viven los más débiles me dejaron desolado. ¡La vida de caracol es mejor, definitivamente! Solo nos preocupamos de cuidar a nuestros seres queridos y nuestra vida tiene un sentido claro: cosa que no ocurre con los humanos. Pero por suerte, de vez en cuando, nace un niño que por una determinada circunstancia descubre que la verdadera fuerza surge del respeto, y entonces una llamita de esperanza ilumina la tierra. A lo mejor es por eso que todavía no se ha extinguido esta especie tan ruin y devastadora.

El oso, la mona y el cerdo

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Hace muchos años, un oso amaestrado, intentaba aprender a bailar sobre sus dos patas traseras, para ayuda a su dueño a ganar mucho dinero.

Tras practicar durante un buen rato, le preguntó a una mona que por allí pasaba:

-¿Qué tal has visto mi danza?

-Es difícil bailar peor que tú-le respondió sin mucha consideración la mona-

-No creo que lo haga tan mal para recibir tan feroces críticas. ¿Acaso no me mantengo en pie a la perfección? ¿No es mi baile algo maravilloso?

En esas estaba el pobre oso, cuando en la lejanía, se escuchó la voz de un cerdo que decía:
-No te aflijas por sus palabras oso. Eres el mejor oso danzarín que he visto en toda mi vida.
Sorprendido ante tales halagos, giró su cabeza para ver quien le decía tales palabras y al encontrarse su mirada con la del cerdo, exclamó:

-Que la mona me critique es algo que me ha llegado a hacer dudar de mi técnica, pero si un animal como un cerdo dice que bailo maravillosamente, es que bailo fatal.

Quédese como consejo, esta reflexión que hizo con muy buen juicio un autor: si el que sabe no lo da por bueno ¡malo!, si el que no sabe aplaude ¡peor!

lunes, 27 de enero de 2014

El papel y la tinta

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Estaba una hoja de papel sobre una mesa, junto a otras hojas iguales a ella, cuando una pluma, bañada en negrísima tinta, la mancho llenándola de palabras.
¿No podrías haberme ahorrado esta humillación? Dijo enojada la hoja de papel a la tinta. Tu negro infernal me ha arruinado para siempre.
No te he ensuciado. Repuso la tinta. Te he vestido de palabras. Desde ahora ya no eres una hoja de papel, sino un mensaje. Custodias el pensamiento del hombre. Te has convertido en algo precioso.
En efecto, ordenando el despacho, alguien vio aquellas hojas esparcidas y las junto para arrojarlas al fuego. Pero reparo en la hoja "sucia" de tinta y la devolvió a su lugar porque llevaba, bien visible, el mensaje de la palabra. Luego, arrojo las demás al fuego.

Fidelidad

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Un matrimonio bautizó con la palabra “Increíble” a su hijo, porque tenían la certeza que haría increíbles cosas a lo largo de su vida.
Lo cierto es que, lejano a aquel mandato familiar, Increíble tuvo una vida equilibrada y tranquila. Se casó y fue fiel a su esposa durante setenta años.
Los amigos le hacían todo tipo de bromas, porque su nombre no coincidía con su estilo de vida.

Justo antes de morir, Increíble le pidió a su esposa que no pusiera su nombre en la lápida, para evitar cualquier tipo de bromas.
Cuando murió, la mujer obedeció el pedido, y puso, humildemente: “Aquí yace un hombre que le fue fiel a su mujer durante setenta años”.

Cuando la gente pasaba por ese lugar del cementerio, leían la placa y decían: “¡Increíble!” 

La vieja vasija

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Contaba el Maestro en cierta ocasión la historia de una antigua vasija de cerámica de valor inestimable por lo que había pagado una fortuna en una subasta pública. La vasija había sido usada durante años por un mendigo que acabó sus días en la miseria, totalmente ignorante del valor de aquel objeto con el que había pedido limosna.

Cuando un discípulo preguntó al Maestro qué representaba aquella vasija, el Maestro le dijo: "A ti mismo".

El discípulo le pidió que se explicara, y el Maestro prosiguió: "Tú centras toda tu atención en el insignificante conocimiento que adquieres de los libros y de los maestros. Sería mejor que le prestaras más atención a la vasija en la que lo guardas".

La serpiente cuadrada

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Había una vez un hombre que se acostumbraba a decir mentiras.
Un día después de volver a casa de trabajar en su el campo de arroz, le dijo a su mujer:
-¡Cariño! Hoy cuando fui al bosque vi un serpentón, ¡guau…!, es muy grande, ¡grandísima!, es larga, ¡larguísima!. Estoy seguro que su anchura debe ser de 40 metros y su longitud debe ser más de cien metros.
Su mujer no le creía, así que intentó enseñarle una lección. Le dijo:
-Pues también he oído hablar de esta serpiente hace tiempo. Pero dicen que es tan larga como describías. ¡No te creo!.
El hombre fingió:
-Seguramente no hay una serpiente así. Bueno tal vez no llegue a cien metros su longitud, pero a 80 metros estoy seguro que sí que puede llegar.
La mujer continuó:
-¡No puede ser!
El hombre insistió:
-Bueno estoy seguro que esta serpiente es 60 metros de largo. ¡No miento!
-¡Vaaaaaaaaa!, no puede ser - dijo su mujer
-Pues quiero ser honesto esta vez. Esta serpiente que vi tiene 40 metros de largo, ¡ni más, ni menos!.
Entonces su mujer se rió a carcajadas. Le dijo:
-La serpiente que viste, tiene 40 metros de ancho, y 40 metros de largo, ¿cómo me has dicho?. Entonces es una serpiente cuadrada, ¿verdad?.

Una amistad perfecta

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Duong era un estudiante pobre que tuvo que trabajar arduamente como obrero para pagar sus estudios. Por otra parte, su amigo, Luu Binh, había heredado una pequeña fortuna y había quedado en una buena posición para la vida. Cuando Luu Binh supo que Duong pasaba apuros en los estudios debido a las largas horas de trabajo que se veía obligado a realizar, determinó invitarle a que viviese en su hogar hasta la licenciatura.

Los dos amigos compartieron alimentos y estudios bajo de la luz de la misma lámpara. Como sucede a menudo, Duong que era consciente de su situación precaria trabajaba duramente y pasaba largas noches de estudio.

Mientras tanto, Luu Binh La seguridad de la abundancia hizo que se hiciese un presuntuoso fue perdiendo interes por los estudios. Cuando tuvieron lugar los exámenes, Duong Le supero la prueba según lo esperado, y fue designado mandarín. Luu Binh sin embargo no aprobó. El joven rico volvió a casa sin nada y despreocupado. Alegremente se perdonó a si mismo sus propias faltas malgastando su fortuna. Intentó aprobar los exámenes en otras ocasiones, pero no satisfizo sus aspiraciones.

Recordó que Duong Le estaba al cargo de una de las administraciones del distrito en la zona , se tragó su orgullo y le pidió ayuda. Pero para su sorpresa, Duong Le rechazó su petición, y no solamente se negó a recibirlo, sino que además pidió a su superior que lo enviase lejos.

Luu Binh caminaba tritemente con su paquetito de pertenencias colgando del extremo de un palo. A su paso iba contando su historia para desahogarse de la pena por las faltas que había cometido en su vida. Una noche Luu Binh llegó a una pequeña posada al borde del camino donde trabó amistad con una hermosa mujer, era joven y atractiva, se llamaba Chau Long. Le dio la bienvenida con una taza de té y le escuchó amablemente cuando Luu Binh contó de nuevo la larga historia de sus cuitas. Chau lo animó sinceramente a que intentara pasar los exámenes de nuevo. Le sugirió además que permaneciese en la posada y prometió ayudarle siempre que fuese posible.

Liberado de las tentaciones de la abundancia excesiva, Luu Binh se dedicó exclusivamente a sus estudios. Los días de molicie pasaron rápidamente y la época para las pruebas llegó una vez más. Cuando los resultados fueron publicados, el nombre de Luu Binh estaba en cabeza de lista. Lleno de alegría volvió al mesón con las buenas noticias, pero para su consternación Chau había desaparecido. La buscó por todas partes, mas no obtuvo recompensa. Finalmente, el nuevo mandarín se dio por vencido y tristemente partió a su destino para ejercer su cometido.

Pasaron los años hasta que un día, en el desempeño de sus funciones, Luu Binh tuvo que pasar por el distrito de su antiguo amigo, Duong Le. El recuerdo de la ingratitud de su amigo no evitó que le devolviera la visita. Sin embargo e inesperadamente esta vez Duong dió la bienvenida a su colega mandarín con gran placer y le ofreció té.

En tanto que bebían y hablaban, una mujer entró en el salón, se acercó sonriente a los hombres,…y ¡Oh sorpresa! La Consternación y el asombro cruzaron el rostro de Luu Binh, porque en la mujer él reconoció rapidamente a Chau, su añorada amiga de la posada

Duong Le explicó a su viejo amigo lo que en verdad había sucedido – Si simplemente te hubiera ayudado no te habrías reformado en absoluto- le contó. Por lo tanto había enviado a su propia esposa para darle ánimos y ayudarle hasta que aprobase los exámenes. Había hecho aquel sacrificio en nombre de su amistad inquebrantable.
 
Y este es el porqué de que la gente en Vietnam cabecee asintiendo cómplices cuando alguien pone el ejemplo de Duong Le y de Luu Binh para hacer referencia a una amistad profunda, y verdadera.

Cambio de almas

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Hace mucho mucho tiempo vivió un joven llamado Truong Ba que era muy bueno en el ajedrez chino. La Fama de Truong Ba como jugador del ajedrez se extendió de par en par, a través de Vietnam e incluso traspasó las fronteras de China.

En aquella época, el campeón chino del ajedrez era Ky Nhu. Cuando éste oyó hablar de la famaTruong Ba, Ky Nhu le desafió a una partida. Jugaron dos juegos, cada uno de los cuales terminó en tablas. Durante el tercer juego, Ky Nhu fue puesto en apuros. Viendo que atrapaba a su opositor, Truong Ba exclamó lleno arrogancia: "incluso el difunto ajedrecista Deity Thich no podría encontrar una salida airosa a mi estrategia."

Las palabras de Truong Ba llegaron a oídos, de Deity que decidió dar al joven una lección.
Así mientras Truong Ba reflexionaba sobre una jugada sentado sobre el tablero de ajedrez en una partida contra Ky Nhu, un anciano se sentó a su lado. El anciano susurró una sugerencia a Ky Nhu, y éste siguiendo su consejo ganó la partida de forma deslumbrante.

El Truong Ba se enfureció pero, al ver que la barba blanca del venerable anciano brillaba intensamente, sospechó que podría tratarse de un dios. Para ganarse su respeto, Truong Ba incó rodilla en tierra ante el anciano y dijo: "usted debe ser De Thich. Estoy terriblemente apesadumbrado. Le pido disculpas humildemente,."

"He oído como te jactabas de ser el mejor jugador de ajedrez," dijo a De Thich. " Y he venido para comprobarlo.
Truong Ba invitó a Thich a su casa y organizó un gran torneo en su honor. De Thich le tomó aprecio y decidió ayudarle a mejorar su juego. "Cuando necesites mi ayuda, quema un incienso que yo te diré y acudiré," prometió Deity.

Pero años más tarde, Truong Ba cogió la gripe y murió repentinamente. Pasados unos días, su esposa encontró el incienso de De Thich y lo encendió. Al pronto el ajedrecista se apareció. Enterado de que Truong Ba había muerto hacía ya un mes, De Thich se alteró mucho. "Cómo no me has llamado cuando murió?" él preguntó a la esposa Truong Ba. "ahora es muy difícil ayudarlo pues ha transcurrido ya un mes."

Enternecido por los sollozos de la mujer que se sentía culpable, De Thich elaboró un plan. "Dime mujer ¿Ha muerto alguna persona en la aldea recientemente?" preguntó.
La esposa de Truong Ba le contestó que el carnicero había muerto la noche antes.

"Entonces lléveme a la casa del carnicero, rápido. Traeré a tu marido de nuevo a la vida!"Apremió el venerable ajedrecista.

 Instantes después, los deudos apiñados alrededor del ataúd abierto del carnicero fueron presa del pánico cuando vieron que el muerto se incorporaba. Sin pronunciar palabra, el carnicero salió del ataúd y se encaminó hacia la casa del Truong Ba. Cuando su esposa y los niños llegaron, lo encontraron sentado con la esposa del Truong Ba. La familia del carnicero exigió que volviese a su casa, a lo que el “carnicero” se negaba rotundamente, la situación no podía ser más confusa, e iba a acabar mal. Finalmente, llamaron un funcionario de la aldea para dirimir el conflicto.

El funcionario de la aldea se encontró con dos mujeres que porfiaban en que el mismo hombre era su marido. Llamando aparte a la esposa del “carnicero”, el funcionario preguntó por el trabajo de su marido. - Es carnicero- dijo a mujer-.
 
-Es un famoso campeón de ajedrez," dijo la esposa de Truong Ba cuando le tocó responder a ella.
El funcionario ordenó a su criado traer un cerdo, entonces ordenó al “carnicero” que lo sacrificase, pero el “carnicero” no tenía ni idea de cómo matar y despiezar un cerdo. El funcionario entonces llamó a un buen jugador de ajedrez para que jugara contra éste. El “carnicero”ganó brillantemente el juego. Al ver este prodigio, el funcionario emitió un veredicto en el favor de la esposa del Truong Ba.

Por eso la gente, recordando el cuento, suele decir: "alma del Truong Ba en el cuerpo de un carnicero".

Las monedas de Van Lich

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Érase una vez un comerciante que había llegado a ser uno de los hombres más ricos de su generación; se llamaba Van Lich,
 
Van Lich poseyó cientos naves mercantes, que transportaban muebles y objetos preciosos hechos a mano en plata maciza y oro.

A pesar de la abundancia, Van Lich, no era feliz. Sus negocios le obligaban a viajar constantemente; durante estos viajes, sospechaba que su esposa, la joven y hermosa Mai Thi, le era infiel.

Un día, nave de Van Lich echó el ancla en un río. Un pescador acercó a Mai Thi, que estaba sentada en la proa, y le pidió un poco del betel. El semblante apesadumbrado y cansado del pobre pescador, conmovió a la alegre Mai Thi que le dio un poco betel.

Al ver esto, Van Lich fue presa de un ataque de rabiosos celos. Cuando se había ido el pescador, Van Lich echó a su esposa de su lado. Cuando Mai Thi bajó del barco llevaba una barrita de oro y otra de plata que le había dado su enojado esposo. No había andado mucho cuando se encontró con el pescador. Mai Thi lloraba mientras contaba lo sucedido al asombrado pescador.
¡Mi marido ha creído que yo estaba enamorada de ti! Exclamo Mai Thi.

-Ahora que me ha echado de casa quisiera ser tu esposa, aunque eres muy pobre- le pidió afligida.- Por favor, no tengo donde ir y debo intentar pasar lo mejor posible mi pena.-

Dadas las circunstancias, el pescador sentía que no podía rechazar la oferta de Mai Thi. Le ofreció, pues, su cabaña en la ribera.
Como buen pescador todos los días, iba a pescar mientras que Mai Thi permanecía en la casa, atendiendo a los pollos y a los patos. A pesar de su dura vida, parecía ser muy feliz y el tiempo transcurría plácidamente.

Un día, llovía muchísimo y el pescador no había salido a pescar así que viendo que los pollos picoteaban en la cesta del arroz, les tiró la barrita de oro de su esposa para espantarlos; pero la lanzó con tanta fuerza que fue a caer en el río.

¡OH Dios mío! !" Gritó Mai Thi. "¿No sabes lo que acabas de hacer?"

"Date cuenta que lo que has tirado al agua era oro," dijo Mai Thi. "que es la cosa más valiosa del mundo."

"¡¿Qué me dices?!" Exclamó su marido. "Pero si yo conozco un lugar donde hay montones de barras como esa. No las he traído a casa porque no podía ver ninguna utilidad en esas cosas."

Mai Thi mandó a su marido a buscarlas.
Fue gran sorpresa para ella descubrir que las barras eran oro auténtico, y además cada una de ellas estaba marcada con el sello de Van Lich.

En los tres años que habían transcurrido desde que Van Lich repudió a su esposa, su negocio había decaido. El golpe final vino cuando gran parte de su flota fue destozada por una tormenta. Aunque sobrevivió la nave de Van Lich, el oro fue directamente al fondo del mar de este modo las riquezas de Van Lich habían ido a parar a la cabaña de Mai Thi
Dieron un dinero para construir una gran casa comunal nueva, y para Mai Thi. y su marido fueron las ropas más finas ;la vida era más fácil; pero…en el fondo Mai Thi no estaba contenta. La razón era que su marido no tenía la educación adecuada para su nueva posición. Le animó a que hiciese amistades y aprendiese nuevas costumbres, pero ninguna de las personas, a las que se había acercado, era como a él y le rehuían.

"Yo sé porqué que nadie desea ser tu amigo," Se quejó Mai Thi. Eres tan estúpido que apostaría que lo único capaz de estar en tu compañía es la estatua gigante de barro del protector."

Al oir lo que su mujer decía, el marido de Mai Thi fue a la pagoda local y comenzó a charlar con la estatua. Como la estatua no le contestaba, el hombre enojado la derribó. Él entonces se fue a casa, y le contó a la esposa su fallida tentativa. Después de esto, Mai Thi perdió toda la esperanza de educar a su marido.

Poco después del suceso de la estatua, el rey cayó enfermo. A pesar de la atención de los mejores herbolarios del reino, la salud del rey empeoró. Un adivino fue consultado vaticinando que la enfermedad tenia su origen en el derribo de la estatua sagrada. Enviaron soldados para levantar la estatua, pero por más que tiraban y empujaban no podían ni siquiera mover la estatua.

Estas noticias alarmaron al rey . Se ofreció una recompensa a cualquier persona que pudiera poner la estatua de pie. Mai Thi se acercó a su marido y le preguntó si él podría enderezar la estatua de barro "sí," le dijo. "enseguida lo haré."

Bastante seguro,de si mismo el pescador pudo levantar la estatua. Al momento, el rey comenzó a recuperarse; agradecido ofreció a Mai Thi y a su marido oro y riquezas, pero Mai Thi lo rechazó pero solicitó una gracia.

"Por favor que la casa de las instituciones feudales conceda a mi marido posición y respeto,"

El agradecimiento del rey , junto a las riquezas, hizo que se ganaran el respeto de los nobles. El matrimonio construyó una casa comunal incluso más grande, y con el tiempo llegaron a ser famosos y respetados.

Años después, nave de Van Lich paró en la casa de la institución feudal para pagar sus tributos. Al ver a su anterior esposa y al pescador, Van Lich se sintió terriblemente avergonzado. Incapaz soportar el pensamiento de verlos como pares cada vez que pasaba por el río, escribió su voluntad: decidió legar todos sus bienes restantes a Mai Thi. Después Van Lich se quitó la vida.
 
Con el permiso del rey, Mai Thi transformó el oro legado por Van Lich en monedas y las distribuyó entre los pobres. Desde aquel día si tienes un poco de suerte y eres afortunado, puede que encuentre algunas de las monedas de Van Lich.

Forzar la verdad

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Un día, cuatro mandarines propusieron celebrar un reto para descubrir cual de ellos había tenido la experiencia más extraordinaria.

Habían estado bebiendo el ruou (licor de arroz) toda la tarde, llenando sus copas cada vez estaban más animados.
 
El primer mandarín comenzó diciendo con cara seria:

"el otro día vi un búfalo que era tan grande que con un barrido de su arado cosechó mitad de un campo del arroz."

"Oh, eso no es nada- dijo el segundo mandarín. Yo he visto una cuerda que serviría para atar un animal mucho más grande pues era tan gruesa como 10 columnas de nuestra casa comunal juntas."

"Cómo podéis estar tan orgullosos de vuestra experiencia con tales nimiedades- Dijo el tercer mandarín.

"Sé de un puente tan largo que un hijo que vivía en un lado del río, tuvo noticias de la de la muerte de su padre que vivía en el otro lado de modo que se puso inmediatamente en marcha para cruzarlo, con todo llegó después del período del luto que había durado tres años."

Había transcurrido un buen rato cuando el cuarto mandarín, que había estado pensativamente ensimismado, dijo con una voz que sonaba convincente.

¿Me pregunto si el puente, levantado por uno de sus extremos y puesto en pie, podría ser tan alto como el árbol del que he oído hablar?. Pues bien, el árbol es tan alto que algunos huevos habían caído de un nido de pájaro en la copa…-Comenzó diciendo.-Antes de que alcanzaran el suelo, se habían incubado, los polluelos habían crecido y eran lo bastante grandes para poder volar lejos.
Los cuatro mandarines, rompieron en risotadas escandalosas y se felicitaron por la capacidad de su imaginación y se sirvieron otra ronda de licor.
 
Una voz estentórea se oyó a sus espaldas

¡"Sois unos embusteros! Y os creéis vuestras mentiras."

Temblando de miedo, se dieron la vuelta pero no vieron a nadie salvo al humilde criado que les había estado sirviendo-¿Cómo te atreves a recriminar a tus amos?" gritaron airadamente.

El hombre inclinado dijo mansamente:-Sus historias han excitado tanto mi imaginación que me he preguntado si se creerían ustedes mi propia regañina

El Tarro de Oro

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Hubo una vez un granjero pobre y su esposa que tuvieron una vida discreta y dedicada al trabajo en el campo. Cada mañana al amanecer, se levantaban y trabajaban hasta oscuridad. Lo mismo había hecho su padre y el padre de su padre, pero el granjero no pensaba en el pasado. Para él, lo importante era terminar la tarea de cada día y cumplir con su destino. Vivía, pues, al día, despreocupado de las ambiciones de otros hombres.

Una mañana mientras trabajaba arduamente topo con algo. Raspó la tierra alrededor del objeto y con sorpresa descubrió que se trataba de un tarro de barro muy pesado. Cuando consiguió abrirlo la sorpresa fue mayor al ver cientos de monedas de oro en su interior. Lo enterró de nuevo donde él lo había encontrado y se fue a casa.

Su esposa estaba encantada cuando oyó las noticias, pero llegó a pensar que su marido no estaba bien de la cabeza cuando le dijo que las había enterrado otra vez.

-porqué no has traído a casa el tarro-grito. -No ves que es un regalo del cielo y si no lo traes a casa para guardarlo, alguien podrá robarlo ante nuestras narices."

-Si es realmente un regalo del cielo- Dijo el despreocupado granjero, -nadie lo tomará. Pero si no lo es, pues no lo quiero."

Durante la discusión, dos ladrones acertaron a pasar ante la casa del granjero. Oyeron la historia del oro, y tomaron cumplida nota se apresuraron a ir al punto que el granjero había descrito. Descubrieron el punto donde la tierra estaba removida y encontraron el tarro que el granjero había enterrado. Los ladrones llevaron el tarro a su guarida y, escondidos allí, lo abrieron.
Pero una sorpresa les esperaba dentro del tarro, encontraron, , no monedas de oro sino un nido de serpientes furiosas, cerraron el tarro otra vez y lo lanzaron lejos.

La mañana siguiente, el granjero pobre volvió al campo y descubrió inmediatamente que la falta. Pero trabajó hasta el atardecer, volvió a casa y dijo a su esposa que el oro había sido robado.
"Por supuesto," Dijo ella irónicamente, "quién si no tu, dejaría un tarro de monedas de oro en medio del campo abierto."
Sin embargo sucedió que los dos ladrones habían vuelto a la casa del granjero aquella noche. La mera relación del oro con aquella casa había despertado un cierto deseo de venganza de modo que llevaron el tarro de nuevo al campo y lo enterraron, donde estaba esperando que las serpientes mordieran a labrador cuando abriera otra vez el tarro.

Cuando el hombre llegó al campo por la mañana se sorprendió al ver que el tarro estaba otra vez allí. Pero él no sentía ningún deseo de abrirlo así que lo ignoró. Al llegar a casa contó a su esposa que el tarro había sido devuelto.
-Encuentras día un tarro lleno de monedas de oro, lo pierdes al día siguiente y ahora me dices que lo has encontrado otra vez. ¿Cómo quieres que me crea eso?" se lamentó.

El marido aseguró que le decía la verdad.

"Bien, pues ve de nuevo al campo y trae el tarro,-exigió. "Solo así sabré si eres un hombre de palabra. Si fuera cierto debe ser un regalo del cielo puesto que ha vuelto al campo."

"-No," contestó el marido-Si es un regalo del cielo, ya encontrará la manera de venir sin nuestra ayuda."

Los dos ladrones estaban muy atentos escuchando esta conversación y su deseo de venganza creció porque estaban seguros que el granjero y su esposa se habían burlado deliberadamente de ellos de modo que decidieron darles una lección. Así que volvieron al campo, cavaron de nuevo, cogieron el tarro y lo llevaron a la choza del granjero, colocándolo cuidadosamente en el umbral de la casa. Entonces se escondieron detrás de unas matas de bambú para ver qué sucedía.

A la mañana siguiente, el granjero abrió la puerta y vio el tarro a la puerta. Su esposa vino corriendo al oír las noticias. Tomó el tarro de le dio la vuelta… y un río de monedas de oro se desparramó por el suelo.
Al ver esto, los ladrones se dieron cuenta de que algo superior protegía al matrimonio de granjeros y se fueron.
El granjero y su esposa eran ricos. La mujer compró un guardarropa nuevo lleno de hermosas ropas.
Sin embargo no por conocer la abundancia el granjero cambio su natural disposición. Continuó trabajando en las tareas que la vida le ha asignado en la misma forma en que lo había hecho siempre hasta el día que él murió.

Amor de primavera

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Hace muchos años, en un lejano país, vivía una hermosa joven, era muy bonita y, además, una bordadora primorosa, por lo que muchos hombres ricos la pretendían como esposa, pero ella los rechazaba.
La muchacha decía: Sólo me casaré con el hombre que pueda teñir los hilos de rosca de una rosa que no se decolore, además debe tejer diez metros de seda sin uniones”.
A cierta distancia de allí, vivía un joven tejedor. Un día, una avecilla volando se había enredado en su telar rompiéndose un ala. El muchacho cuido del pájaro hasta que recobro su salud, después de aquello siempre permanecieron juntos ave y joven. Así cuando, aún muy joven, sus padres murieron su única compañía fue el pajarillo. Poco antes de morir, la madre del tejedor había plantado un árbol en el patio de la casa.
Un día, el pájaro trajo noticias importantes. – No muy lejos de aquí vive una muchacha hermosísima- dijo el animalillo.- Es una hábil bordadora, y ha dicho que se casará con el hombre que pueda tejer diez metros de seda sin costuras y que tiña el hilo de rosca en un color rosa que no decolore jamás ."
El muchacho eligió sus mejores hilos de seda y comenzó a tejer. Para él, tejer diez metros de seda sin costuras no era problema, pero ¿Cómo teñir la seda en el color rosa que no se desluce nunca?...
Afortunadamente, el pájaro tenía la solución. Condujo al muchacho ante un hada, que vivía en las montañas .Ésta era también una bordadora sin rival y, después de escuchar la historia del tejedor, prometió ayudarle.
- Todos los colores palidecen con el tiempo- dijo el hada.
- E l único tinte que no pierde color es la sangre. Debes pincharte los dedos y recoger la sangre, después úsala para teñir la seda. "
El joven siguió las instrucciones del hada pero, después de siete días, había perdido tanta sangre que apenas podía tenerse en pie. Pero el pájaro le ayudaba, trayéndole alimentos y hierbas medicinales para curar sus heridas. Por fin tras diez días de sufrimientos, los hilos de rosca estuvieron teñidos con un hermoso tono rosa envueltos en un bonito paño.
Acompañado por el pájaro, el muchacho llevó el fruto de su esfuerzo a la casa de la muchacha. Sus pretendientes ricos estaban también allí, todos habían llevado sus trabajos de seda y los paquetes con hilos de rosca. La muchacha recogió los paños de seda y los hilos de rosca. Entonces tomó un pequeño espejo y una aguja, que había heredado de su padre; sostuvo el espejo cerca de la tela y, en la imagen del espejo, vio las costuras de los paños y enhebrando un hilillo rosado en su aguja, vio que el color era pálido. La muchacha repitió estas pruebas con todos los trabajos de los pretendientes, hasta que llego al paño tejido por el joven.
Mirando en su espejo, vio que la seda brillaba como la superficie de un lago. Y cuando examinó con su aguja el hilo del tejido, brilló intensamente en un color rosa profundo. Era tan bonito que la muchacha accedió de inmediato a casarse con el tejedor. La gente corrió a felicitar a la pareja, pero los pretendientes ricos despreciados por la muchacha se marcharon muy enojados.

Uno de estos pretendientes, despechado, fue a ver al rey, un anciano que, debido a su miedo irracional al fuego, nunca había salido de su palacio. A pesar de su avanzada edad, el anciano rey gustaba de la compañía de hermosas y jóvenes muchachas. Al escuchar la historia de la bella tejedora, el rey ordenó que fuese conducida a su presencia.
La feliz pareja, entre tanto, no era consciente del peligro que se cernía sobre ellos.
Cierto día mientras la muchacha estaba ocupada en bordar una camisa de seda, su marido confesó como había teñido los hilos de aquel color rosa, entonces ella emocionada bordó unas flores en la camisa con cinco pétalos como cinco son los dedos, como símbolo de amor a su marido.
La camisa era tan hermosa que la gente venia para admirarla. Una mañana acababa de ponérsela cuando aparecieron los soldados del rey, apresaron al tejedor y se llevaron a la muchacha por la fuerza, el pájaro intentó ayudarles, pero fue herido de muerte por un soldado.
El viaje hasta el palacio real era largo y cuanto más se alejaba de su hogar, más desesperada estaba la muchacha. Rasgó las flores bordadas de su camisa y las lanzó al viento y e imploró una petición: - Por favor lleva estas flores a mi amor”.
El viento cumplió su súplica llevando las flores bordadas hasta donde estaba su esposo. Cuando por fin el tejedor llegó a la casa, se sorprendió al ver el árbol que su madre había plantado cubierto de flores rosas.
La muchacha incapaz de soportar vivir con un rey viejo, se quitó la vida ahorcándose con su camisa de seda. Cuando los soldados llegaron al palacio, fueron convocados ante el rey y explicaron que la muchacha, echando de menos a su marido, se había matado . Al oír esto, el rey se encolerizó tanto que ordenó a sus hombres volver encarcelar al tejedor.
Cuando, a la mañana siguiente, el tejedor volvió junto al floreciente árbol, oyó un susurro en el viento.
- Amor mío, debo ocultar las flores antes de que los soldados del rey las destruyan, tienes que marcharte, huye lejos de aquí -. Nada más escuchar las palabras soplo un fuerte viento que cambio el color de las flores y se marchitaron.
El muchacho decidió ir a la capital, porque todavía esperaba encontrar a su esposa, pero antes, se detuvo en la casa del hada, ésta le dijo:
-Si quieres ver a tu esposa debes matar al malvado rey pero para tener éxito necesitarás la ayuda del pequeño pajarillo- advirtió el hada.
-Pero el pájaro está muerto -. Se lamentó el tejedor, -no puedo devolverle la vida-
Entonces el hada le dijo: Entierra el cuerpo del ave bajo el árbol que tu madre plantó y cuando llegue la primavera y se levanten los muertos, el pajarillo volverá a la vida -.
El tejedor siguió sus instrucciones y, a la primavera siguiente, unos pequeños brotes rosados aparecieron en el árbol. Días más tarde, el pájaro apareció. Acompañado por el pájaro, el tejedor reemprendió viaje hacia la capital disfrazado como vendedor de carbón y llevando un ramillete de flores rosadas.
Cuando llego a la corte, el tejedor se acercó a un guardia y solicitó permiso para presentar al rey las flores. El rey ordenó al extranjero que se acercase y se agachó para admirar la frescura de las flores, en ese instante la rama estalló repentinamente en llamas. El fuego quemo la barba del rey y las llamas se extendieron rápidamente por sus trajes hasta abrasarlo.
No era magia, lo que había sucedido es que el astuto tejedor había colocado un pedazo de carbón encendido en el ramillete y, al acercarse el rey, había soplado sobre las ascuas, provocando un pequeño fuego que rápidamente prendió las ropas del rey.
El joven encontró la camisa con la que su esposa se había quitado la vida, la enterró bajo el árbol de su madre. A la mañana siguiente, la camisa estaba cubierta de flores.
El pájaro entonces condujo al tejedor hasta un denso bosque. Dentro del hueco que había en un gran tronco de árbol, estaba el cuerpo de su esposa. Después el pájaro dio instrucciones: el joven envolvió el tronco en la camisa y de repente, se quebró la madera del tronco en millares de astillas, la joven apareció y caminando se acercó al joven. El tejedor, su esposa y el pájaro regresaron a su casa impacientes por compartir su felicidad, se presentaron a sus vecinos con las flores rosadas de su árbol. Estas flores de color rosa, ahora son conocidas como flores de melocotón, son un símbolo de la dedicación y del amor. Cada primavera, estas hermosas flores reaparecen, al igual que el amor de los fieles amantes.

domingo, 26 de enero de 2014

La cesta del hombre pobre

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Un día un hombre rico le regala a un hombre pobre una canasta llena de basura, el hombre pobre le sonrió y corrió con la canasta, la vacio y la lleno de flores y se la regaló al regresar, el hombre rico se asombró y preguntó:

¿Por qué me has dado flores si yo te di basura?.

El hombre pobre le dijo:

Porque cada quien da lo que tiene en su corazón.

domingo, 19 de enero de 2014

Aquel viejo, viejo vino

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Hubo una vez un hombre rico muy orgulloso de su bodega y del vino que allí había; y también había una vasija con vino añejo guardada para alguna ocasión sólo conocida por él.
El gobernador del estado llegó a visitarlo, y aquél, luego de pensar, se dijo: "Esa vasija no se abrirá por un simple gobernador".
Y un obispo de la diócesis lo visitó, pero él dijo para sí: "No, no destaparé la vasija. Él no apreciará su valor, ni el aroma regodeará su olfato".
El príncipe del reino llegó y almorzó con él. Mas éste pensó: "Mi vino es demasiado majestuoso para un simple príncipe".
Y aún el día en que su propio sobrino se desposara, se dijo: "No, esa vasija no debe ser traída para estos invitados".
Y los años pasaron, y él murió siendo ya viejo, y fue enterrado como cualquier semilla o bellota.
El día después de su entierro tanto la antigua vasija de vino como las otras fueron repartidas entre los habitantes del vecindario. Y ninguno notó su antigüedad.
Para ellos, todo lo que se vierte en una copa es solamente vino.

(Jalil Gibrán)

domingo, 5 de enero de 2014

Cuando La Fruta No Alcance

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Una vez un grupo de tres hombres se perdieron en la montaña y había solamente una fruta para alimentarlos a los tres, quienes casi desfallecían de hambre. Se les apareció entonces Dios y les dijo que probaría su sabiduría y que dependiendo de lo que mostraran les salvaría. Les preguntó entonces Dios qué podían pedirle para arreglar aquel problema y que todos se alimentaran.

El primero dijo: "Pues aparece mas comida", Dios contestó que era una respuesta sin sabiduría, pues no se debe pedir a Dios que aparezca mágicamente la solución a los problemas sino trabajar con lo que se tiene.

Dijo el segundo entonces: "Entonces haz que la fruta crezca para que sea suficiente", a lo que Dios contestó que no, pues la solución no es pedir siempre multiplicación de lo que se tiene para arreglar el problema, pues el ser humano nunca queda satisfecho y por ende nunca sería suficiente.

El tercero dijo entonces: "Mi buen Dios, aunque tenemos hambre y somos orgullosos, haznos pequeños a nosotros para que la fruta nos alcance". Dios dijo: "Has contestado bien, pues cuando el hombre se hace humilde y se empequeñece delante de mis ojos, verá la prosperidad".

El Muro

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Dicen que una vez un hombre era perseguido por varios malhechores que querían matarlo. El hombre ingresó a una cueva. Los malhechores empezaron a buscarlo por las cuevas anteriores de la que él se encontraba. Con tal desesperación elevó una plegaria a Dios de la siguiente manera:

"Dios todopoderoso, haz que dos ángeles bajen y tapen la entrada para que no entren a matarme". En ese momento escuchó a los hombres acercándose a la cueva en la que él se encontraba, y vio que apareció una arañita. La arañita empezó a tejer una telaraña en la entrada. El hombre volvió a elevar otra plegaria, esta vez más angustiado:

"Señor, te pedí ángeles, no una araña." Y continuó: "Señor, por favor, con tu mano poderosa coloca un muro fuerte en la entrada para que los hombres no puedan entrar a matarme". Abrió los ojos esperando ver el muro tapando la entrada, y observo a la arañita tejiendo la telaraña. Estaban ya los malhechores ingresando en la cueva anterior de la que se encontraba el hombre y éste quedó esperando su muerte. Cuando los malhechores estuvieron frente a la cueva en la que se encontraba el hombre ya la arañita había tapado toda la entrada, entonces se escucho esta conversación:

Primer hombre: "Vamos, entremos a esta cueva."
Segundo hombre: "No. ¿No ves que hasta hay telarañas?, nadie ha entrado en ésta."
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La antigua vasija de cerámica

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Contaba el Maestro en cierta ocasión la historia de una antigua vasija de cerámica de valor inestimable por lo que había pagado una fortuna en una subasta pública. La vasija había sido usada durante años por un mendigo que acabó sus días en la miseria, totalmente ignorante del valor de aquel objeto con el que había pedido limosna.

Cuando un discípulo preguntó al Maestro qué representaba aquella vasija, el Maestro le dijo: "A ti mismo".

El discípulo le pidió que se explicara, y el Maestro prosiguió: "Tú centras toda tu atención en el insignificante conocimiento que adquieres de los libros y de los maestros. Sería mejor que le prestaras más atención a la vasija en la que lo guardas".

El cuento de la fresa


Un rey fue hasta su jardín y descubrió que sus árboles, arbustos y flores se estaban muriendo. El Roble le dijo que se moría porque no podía ser tan alto como el Pino. Volviéndose al Pino, lo halló caído porque no podía dar uvas como la Vid. Y la Vid se moría porque no podía florecer como la Rosa. La Rosa lloraba porque no podía ser alta y sólida como el Roble.

Entonces encontró una planta, una Fresa, floreciendo y más fresca que nunca. El rey preguntó:
—¿Cómo es que creces saludable en medio de este jardín mustio y sombrío?
—No lo sé. Quizás sea porque siempre supuse que cuando me plantaste, querías fresas. Si hubieras querido un Roble o una Rosa, los habrías plantado. En aquel momento me dije: "Intentaré ser Fresa de la mejor manera que pueda."

Ahora es tu turno. Estás aquí para contribuir con tu fragancia. Simplemente mírate a ti mismo. No hay posibilidad de que seas otra persona. Podéis disfrutarlo y florecer regado con tu propio amor por ti, o puedes marchitarte en tu propia condena...


(Jorge Bucay)